Nuestro papel pintado Herring combina dos tonos creando una composición elegante y atemporal en forma de espiga. Inspirado en el mítico dibujo Herringbone Tweed hemos apostado por tonos frescos y luminosos: amarillo, azul, verde y gris para que se adapte a todos los estilos.
Las fibras naturales han llegado para quedarse: nuestro nuevo papel pintado pintado Eluka, en sus dos versiones, natural y blanca, es el complemento ideal para dar un toque único a cualquier estancia.
Su dibujo trenzado y su toque artesanal lo convierten en un diseño muy especial.
Es agosto, ha llegado mi primo y me viene a buscar con su bicicleta con pastillas de freno hechas con corchos de botellas de sidra, ¡vamos, que ya tengo el bote! Nos vamos a la vera del monte, allí, por los caminos que bajan a Barayo, nuestra playa, con un bote de cola-cao vacío y limpio aprovechamos para ir parando cada poco a recoger moras, una para la boca, dos para el bote, de ahí haremos un pastel, bueno… nos lo hará mamá o madrina ¡o ambas!
A vueltas con un papel vintage, romántico pero sutil para una cocina, íbamos a empapelar toda la pared y también una zona de baldas, pero a él no le gustaban mucho las flores, no quería cansarse del color, así que rebajamos, y después volvimos a rebajar y al final salió. Justo lo que Sara y Sergio querían, nuestro primer papel de la colección, Monzon, por Monzoncillo, el apellido de mi clienta.
Desde pequeña he caminado por los acantilados de mi pueblo, parando a cada rato para recoger manzanilla de los muros medio derruidos, de entre la pizarra de las propias rocas, el olor es espectacular y el contraste con el mar agreste, no te deja indiferente.
Nunca olvidaré la época en que montaba a caballo, cuando con mi yegua Tussa salía a recorrer los prados y también las montañas, cuando iba con mi hermana y mi cuñado y un puñado de amigos a bajar los caballos de la montaña para la rapa, en esos momentos en medio de la montaña, en lo alto, rodeada del brezo más verde, más granate, me sentía libre, con el viento ya algo frío del otoño o del final de la primavera en la cara y con las vistas infinitas de los valles morados por el brezo en la distancia.
Una suave brisa acaricia el prado asturiano esta mañana, la hierba alta, los dientes de león y las margaritas se alzan, en la distancia se aprecia el corte con el acantilado y el mar, tumbada en la hierba, mirando al cielo, las margaritas por encima de la cabeza se mecen con el viento.
Siempre asturianos, salgo de casa, doblo la esquina y los helechos coronan toda la parte alta del muro del vecino, un muro viejo, sabio y con mucho que contar. Si giro en el camino hay helechos por las esquinas bajas, entre pizarras y arcillas, siempre creciendo, año tras año, ayudando a nuestro mundo con su forma de purificar el aire, cuando veo helechos pienso en mi pueblo, en mi niñez, en lo que ha quedado atrás y es como volver a casa.
Cuando era pequeña pasaba mucho tiempo sola, no porque no tuviera con quien jugar, sino porque necesitaba estar sola. Frente a mi casa en el pueblo había un bosque, de aquella era un bosque tupido, con arboles autóctonos y algún pino y eucalipto disperso y con una cantidad enorme de helechos gigantes. Me encantaba hacerme un fuerte y una cabaña con los helechos, iba con un gran cuchillo y los cortaba, los ponía unos encima de otros y así hacia mi pequeña casa de helechos mientras pensaba en la cantidad de casas que haría para otros cuando fuese mayor.
Desde pequeña recuerdo una película, se llamaba Ferngully y me dejó marcada para siempre. Era una peli de dibujos del año 92 que narra las aventuras con un claro sesgo ecologista de un humano y un hada que convierte en pequeño al humano y le enseña su mundo bajo los árboles de una selva tropical en Australia. Se trata de una película que narra como las maquinas quieren destrozar el monte para construir, y como ellos pelean porque no suceda, juntos. Me encantaban sus escenas, entre arboles, con un tipo de imágenes pelín oscuras, saltando sobre setas gigantes, encendiendo las que salen en los árboles al bajar de unas a otras, navegando en una hoja por un pequeño lago… Este mural es parte de mi infancia, de mis recuerdos y de mi imaginación.
Se trata de un vinilo que simula un tejido de fibras naturales en dos tonos neutros para que se adapten a cualquier mueble que te esté pidiendo un cambio de look especial y natural.
Nuestro suelo Bento, en sus distintas encarnaciones, está inspirado en los antiguos suelos valencianos: allá donde lo coloques transformará la estancia por completo.
Marca: Motif
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